Los renacuajos son la forma larvaria, juvenil, de las ranas y los sapos. Que son anfibios. Y dentro de anfibios, se les llama anuros (que quiere decir “sin cola”). Los anfibios actuales son descendientes de los primeros vertebrados que evolucionaron desde los peces para conquistar la tierra firme. Y tú y yo también. Y los caballos y los pájaros y lo lagartos. Lo que pasa es que los anfibios actuales se parecen bastante a los anfibios antiguos, mientras que tú, yo, los caballos o los pájaros o los lagartos hemos cambiado mucho.
¿Qué tienen los anfibios de especial? Pulmones. Mantienen las branquias de los peces (al menos, en los renacuajos) pero han desarrollado pulmones. Y con ellos, un problema y una solución. ¿El problema? Cómo meter agua en las branquias sin que se encharquen los pulmones. ¿La solución? El hipo. Que es una inspiración profunda y repentina, en la que se cierra la glotis (la estructura que tenemos en la laringe para tapar la traquea). Así, consiguen aspirar una gran cantidad de agua, a la vez que impiden que pase a los pulmones. Y ese agua pasa por las branquias, dejando allí su oxígeno.
¿Y a ti qué?
Pues que como eres descendiente de anfibios, has heredado el hipo. No te sirve para nada, pero lo tienes. De hecho, lo tenemos todos los vertebrados. Hipopótamos, culebras, gatos, búhos, tú y yo. Eso demuestra bastante bien nuestra genealogía.
Acuérdate cada vez que tengas hipo, de dónde vienes. De un pez con pulmones que aspiraba agua a bocanadas. Y que también uso el mecanismo para comer succionando. De lo cual hemos heredado el atragantarnos. Pero eso es otra historia.